Redescubre a un artista poco reconocido

El artista Fernando Maza nació en Buenos Aires en 1936 y, aunque se mudó al extranjero a los 22 años, siempre mantuvo un fuerte vínculo con su tierra. La exposición “La construcción de la pintura”, que se inauguró en el Museo Nacional de Bellas Artes, recorre su vida y legado hasta su fallecimiento en 2017 en Nogent sur Marne, Francia.

Bajo la curaduría de Pablo De Monte, esta muestra presenta más de 50 óleos y acuarelas que nos acercan a la obra de este grande del arte argentino. La producción de Maza comienza a finales de los años 50, con un enfoque en el informalismo. Sin embargo, el artista nunca se limitó a esta corriente ni a otras influencias como la pintura metafísica, el surrealismo o el pop. Para él, lo primordial era mantener un estilo personal y auténtico.

El director del Museo de Bellas Artes, Andrés Duprat, menciona que la trayectoria de Maza fue moldeada por sus vivencias en diferentes ciudades como Buenos Aires, Nueva York, Londres y París. Cada uno de estos lugares influyó en su obra, donde los símbolos aparecen como personajes enigmáticos. Sus imágenes desdibuja los significados y la percepción que tenemos de la realidad.

Los paisajes de Maza están llenos de formas arquitectónicas que se sienten como monumentos imaginarios, siempre libres de alguna función utilitaria. Sus composiciones a menudo tienen arcos que evocan la arquitectura clásica, atrayendo con su belleza a quienes las observan.

En 1964, cuando expuso en Bonino, Jorge Romero Brest lo presentó como un artista con un aire de madurez. Maza creaba “objetividades ficticias”: arquitectura y conceptos matemáticos imposibles, letras que no forman palabras, y números que no indican cantidad. Su estilo es un juego visual que invita a la reflexión.

A pesar de no querer teorizar sobre su trabajo, una de sus pinturas de 1974 en el MNBA, titulada “E.C.2.”, parece ofrecer pistas sobre su intención. Según Roberto Amigo, la obra hace referencia a una ecuación, y en ella aparecen una Y y una X, tal vez incógnitas por resolver. También el signo (&), que significa “y” en inglés, se repite como si faltara algo por añadir. Después de 13 años en Nueva York, Maza lo pintó en Londres, y aunque se utilizaba en su contexto, el artista se empeñaba en mantener la ambigüedad sobre su significado. Curiosamente, “E.C.2.” coincide con un código postal.

Las obras en la exposición carecen de títulos; Maza dejó de usarlos en los años 70, lo que seguramente suma a la interpretación abierta de su trabajo. Los objetos, letras y números que presenta tienen un sentido que prefirió no revelar. Su famosa frase: “aún no sé por qué la letra A es matriarcal” demuestra su inclinación a eludir explicaciones.

Algunas interpretaciones les asocian con la escuela pitagórica, como señala el teórico K. Rosselot Laspiur. Al hacerlo, se evoca que las imágenes de Maza podrían describirse casi como una extensión de estas ideas antiguas.

En la exposición, resalta una serie en la que domina la arquitectura bañado por la luz del Mediterráneo, creaciones realizadas en su casa de Cala Deià, en Mallorca. En estos paisajes de ensueño, hay escaleras que no llevan a ninguna parte y robustos muros que emergen del entorno.

Maza se destacó por su dominio técnico: el manejo de las pinceladas, los juegos de transparencias y una paleta rica en colores evocan la pintura metafísica. Mientras los signos tienden a desvanecerse, también aparecen cubos y formas geométricas en estos escenarios tan característicos.

Su obra ha sido reconocida internacionalmente. En Nueva York, ganó una beca de la Unión Panamericana para estudiar arte gráfico en el Pratt Graphic Art Center. En 1971, fue beneficiado con la beca Guggenheim y recibió múltiples premios importantes, incluyendo el de la Bienal de San Pablo en 1965 y el Gran Premio de Honor en 1987, entre muchos otros.

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